sábado, 19 de marzo de 2011

Querido amigo cívico,

Últimamente estoy un poco preocupada. No es que me pase nada en concreto, gozo de buena salud, convivo con gente maravillosa a mi alrededor, y además tengo la suerte de tener a mi alcance los medios que me permiten contactar contigo.

Sin embargo, hace tiempo que no sé de ti, y he de admitir que me siento un poco perdida. Por eso he pensado que quizás ha llegado el momento de encontrarnos y estrechar nuestros lazos.

Y es que amigo, aunque aún no nos conozcamos, siento esos lazos tan fuertes, que hacen que mis ilusiones sean las tuyas, mi sonrisa la nuestra, y mis temores aquellos que a ti también te preocupan.

¿Será amigo que en el fondo somos iguales? ¿Será que aunque no nos hayamos visto tenemos la misma capacidad de sentir, de amar, de disfrutar, incluso de sufrir?

¡Qué ganas tengo de escucharte y compartir inquietudes contigo! Estoy segura de que entre los dos formaremos un buen equipo, seremos más fuertes y podremos hacer cosas jamás imaginadas por separado.

Mientras tanto, me gustaría que conocieras a otro buen amigo, Robinson Devia, de él aprendí qué es “el querer hacer juntos” del que te hablo, y cuál es el verdadero significado de la amistad cívica.

Esperando tu respuesta con muchas ganas, te mando un fuerte y cálido abrazo

Laura

miércoles, 2 de marzo de 2011

¡Hola Doña ISO 26000!

- ¡Hola doña Iso 26.000!

- ¡Hola don empresario!

- ¿Pasó usted por mi empresa?

- Por su empresa yo pasé

- ¿Vio usted a mi gestión?

- Su gestión yo la ví

- ¡Adiós doña ISO 26000!

- ¡Adiós don empresario!



Hace ya unos cuantos cientos de años filósofos tan emblemáticos de la talla de Platón, o su discípulo Aristóteles hablaban, aplicado a su contexto, de conceptos de ética y responsabilidad en la sociedad.

Algunos siglos más tarde, el economista Adam Smith, fundador de la economía moderna y autor del famoso libro la riqueza de las naciones, desarrolla la teoría de los sentimientos morales, y nos explica el origen de estos, vinculando de nuevo, moral y economía, conceptos que nunca debieran ser separados.

Filosofías y teorías que no llegaron a ser implantadas. Así, con el fenómeno de liberación económica del último siglo, y recalco último, para darnos cuenta que hace relativamente poco tiempo que nos hemos olvidado de que la economía no es más que una ramificación del ser humano, y que tiene total y profunda relación con la ética y la responsabilidad, hemos vivido una desvinculación radical de ambos conceptos. Y esto ha sido debido a que hemos estado sumidos en lo que algunos han llamado “estado de bienestar” y a lo que yo llamo “estado ombligo”, es decir, cada uno hemos barrido para nuestra casa.

Respecto a la desvinculación de ética y economía, Adela Cortina nos habla en su libro “Pobreza y libertad”, de que las consecuencias de ésta desvinculación están materializada en las desigualdades de riqueza existentes en el mundo actual, y de la necesidad de erradicar dicha desigualdad mediante un nuevo enfoque, propuesto por el también economista Amartya Sen. Amartya nos habla de libertad, o lo que es lo mismo, que todos las personas tengamos las mismas opciones de llegar a los mismos puntos. Es decir, con las mismas oportunidades, que cada uno llegue a donde le plazca. Las oportunidades están ahí para todos, y cada uno decidimos si queremos o no usarlas, y que camino queremos formar con ellas.

Con normas relativamente nuevas, como los de la señora ISO 26000, parece que los conceptos de economía y ética, están re-penetrando en nuestra sociedad, y parece que a las empresas le quedan cada vez menos excusas para “no portarse bien”.

Expertos hablan de esta esperada norma como la brújula que guiará a nuestras organizaciones hacia el camino de la excelencia en su gestión. Camino del cual, la responsabilidad social de la empresa, o RSE, será la protagonista indiscutible, al ligarse a todos los ámbitos de actuación dentro y fuera de la misma.

No puedo evitar tener la gran duda de si esto se quedará en bonita teoría de libro, y dentro de unos siglos, si llegamos claro, mis tataranietos lean el fenómeno ISO 26000 como ahora leemos a Aristóteles o la teoría de los sentimientos de Smith. O si por el contrario, nos creeremos la necesidad de cambio, y nuestras empresas pondrán en marcha estas directrices.

Otro tema a considerar es que la norma no es certificable, es decir no impone unos requisitos mínimos necesarios, si no que deja en manos de cada empresa su asunción voluntaria.

Y no sé por qué, pero cuando hablamos de voluntad, la cosa se complica. Aunque estoy de acuerdo en que ciertos aspectos puedan tener carácter de voluntariedad, considero que algunas propuestas de la norma deberían ser obligatorias legalmente y no dejar su cumplimiento a expensas de unos pocos que se crean realmente la RSE, o de algunos más que prefieran seguir jugando con ella, y ya de paso con todos nosotros, para llegar a la meta antes que sus compañeros.

Paciencia. Todo cambio real y profundo lleva su tiempo, sólo se trata de repetir lo que aparentemente suena superficial, para que vaya calando hondo. Pero no nos olvidemos que escribiendo normas no se soluciona nada. También se necesita actuación, puesta en práctica de teorías, clásicas o modernas, pero que vienen a decir lo mismo: somos razón y sentimiento, y sólo con la conjunción de ambas la partida estará ganada, incluso antes de comenzarla.

Así que.. no hagamos como Don Pepito que solo pasó por la casa de Don José un ratito para ver como estaba su abuela, y cuidemos de la abuela.

No se trata de pasar doña ISO 26000, quédese en la empresa, y permanezca en el tiempo como un valor indispensable. Pues el mejor valor, es el que se da por supuesto.


¡Hola Doña ISO 26000! De nuevo te saludo con entusiasmo, pues hoy no toca decir adiós


:)