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viernes, 16 de diciembre de 2011

Elige elegir

Una vez vi en un vídeo una interpretación del concepto tiempo diferente a la que conocemos. El recuerdo es un poco difuso, pero el autor explicaba que existía un pueblo indígena de Sudamérica, en el que el concepto espacio-temporal no es vivido tal y como nosotros lo entendemos. El motivo de todo esto es la base de la filosofía de vida de aquel pueblo. Y es que estas personas no pueden entender que haya un límite en hacer algo que tú deseas hacer. Pongo algunos ejemplos de nuestra delimitación del tiempo: Estudiante de medicina, carrera de medicina, cinco años. Comerciante, jornada laboral completa, ocho horas. Niño de primaria, escuela pública obligatoria, seis horas. Para estas personas dedicar tiempo a algo, es sinónimo de desear hacer algo, por eso cuando se les explicaba a este pueblo nuestra delimitación del tiempo se preguntaban: ¿Por qué poner límites a lo que deseas hacer?.

Sin embargo, para nosotros, en muchas ocasiones, dedicar tiempo a algo es sinónimo de obligación. En este pueblo, además, tampoco existen conceptos como el de esfuerzo o perseverancia, para ellos, palabras con connotación negativa relacionadas con algo de naturaleza positiva. En otras palabras, no entienden que algo que apasiona a alguien pueda estar ligado aspectos negativos.

La delimitación del tiempo en lo que estamos haciendo, nos coarta en la creatividad del trabajo en sí, nos fustra en las ocasiones en que las que lo que estamos haciendo no es nuestra vocación real, aumenta nuestro nivel de estrés pues nuestro foco de atención muchas veces no es capaz de proyectarse hacia otro pensamiento que nos equilibre, nos mantiene alerta y nos advierte de una fecha de fin que nos hace desconectar del momento presente y de la actividad en sí.

Son solo juicios de valor, que me llevan a una conclusión: y es que los límites temporales son formas de controlar una situación/tarea de naturaleza incontrolable, sea ésta o no agradable para quién la asume. ¿Quién estaría ocho horas realizando un trabajo sin remunerar que no es de su agrado por voluntad propia? Suena un poco absurdo pensar que una persona pueda pasar más de una tercera parte de su vida dedicando horas a algo que no le trae recompensa alguna. E igual de absurdo suena que esa misma persona delimite las horas cuando está haciendo algo que le apasiona. Esto último se llama ilusión, concentración en el momento presente, vida. Y si nos ponemos a rascar un poquito más, que a mi me encanta, el colmo de lo absurdo llega cuando una persona que realiza una labor en la que no tiene un mínimo entusiasmo tenga la obligación de acometerla sólo por el hecho de sobrevivir. Aquí es donde entraría el concepto de vivir para trabajar, con el que todos estamos tan familiarizados.

Supongo que no es sencillo, en un sistema tan "cuidadosamente" estudiado, comenzar a plantearse si este es el camino que queremos continuar en un futuro, si preferimos agachar las orejas, y aceptar que “un trabajo es un regalo en los tiempos que corren” y acepto lo que sea, y me siento un afortunado solo por ello o comenzamos a pensar en otras posibilidades de organización. Ojo, no estoy criticando a nadie que esté en esta situación, estaría bueno, y más en los tiempos que corren. Pero mi argumento va más allá, trato de preguntarme qué podemos sacar en claro de estas situaciones.

Me gustaría que llegara un día, que probablemente yo no veré, en que la gente tenga la oportunidad de elegir, y sobretodo sepa elegir, qué ser, cuál es su papel en la vida, cuáles son sus habilidades inatas, su tipo de inteligencia y se le facilite el acceso a esta información, mediante, como ayer me decía un amigo mío muy sabiamente “profesores guías” que no se dediquen a enseñar, si no a guiarnos por el sendero que de forma natural, nos sale caminar.

Hablaba también ayer con este amigo, del país de Bhután, y su sistema basado en el FIB (Felicidad Interior Bruta). Bhután es un país montañoso del sureste asiático, en el que sus habitantes miden su bienestar en base al incremento o descenso de su felicidad, basándose en los valores de bienestar psicológico, salud, educación, buen gobierno, vitalidad de la comunidad y diversidad ecológica.

¿Y si parte de la solución implicara compromiso? Un compromiso personal de aportar tu sabiduría y habilidades a tu comunidad, resultado de años de dedicación de ésta a la búsqueda de tu papel en la misma, durante los años de tu infancia y adolescencia, mediante la educación emocional y creativa, y con el apoyo de un gobierno que luchara con el objetivo de aumentar la estabilidad en la felicidad de sus habitantes.

Qué bonito suena, quizás a un mundo de color de rosa con el que todos soñamos alguna vez. Pero siempre insistiré en que los sueños se hacen realidad si existe verdadera voluntad de llevarlos a cabo (con un mínimo de realismo y sensatez, todo sea dicho). Y es que el gusanito no será mariposa mañana, si no que para que una sociedad se transforme, existe un "coste de transición" en años y personas dedicadas a que esto ocurra. Muchas de ellas, son personas que actualmente "sobreviven", pero que tienen sueños más allá de la supervivencia y más allá de su persona, y gracias a ellos y a otros muchos, las palabras pasarán algún día del tintero a la realidad.

Y es que, ¿qué limite temporal podría haber cuando haces algo que te envuelve? ¿Qué sensación de paso del tiempo puede tener un compositor musical que se pasa los días escribiendo sus melodías, actividad que más ama en el mundo? ¿Tendrá la misma sensación de paso del tiempo que una persona puede pasar delante de un ordenador durante una jornada laboral rutinaria?

El tiempo es subjetivo, y esa subjetividad depende de que estemos realizando una actividad en la que inconscientemente dejamos pensamientos ajenos de lado y somos capaces de fundirnos en ella, hasta ser solo uno.

El límite, sea del tipo que sea, no existe, el límite lo pones tú con tu elección de lo qué haces en la vida. Y si eres de los que hoy sobrevives y no tienes la oportunidad de elegir, elige elegir mañana.


:)

lunes, 6 de junio de 2011

Creer para ver: Inteligencia Emocional y RSE

Toda actuación relacionada con la RSE (Responsabilidad Social Empresarial) tiene que venir determinada por una base que la sustente, esto es, en grosso modo, estar educados en este ámbito y ser consecuentes con lo que vamos a hacer. Es importante que exista una coherencia real que relacione lo que somos como organización y como personas, con la estrategia RSE que queramos implantar.

Algo que no creemos, y con lo que no estamos de acuerdo, difícilmente puede convertirse en una realidad, pues si no tiene un verdadero respaldo detrás, podrá tambalear en cualquier momento y poner en peligro el éxito de la implantación de cualquier política organizacional. “Podrás lograr aquello que crees” frase que leí una vez y que resurge en mi mente muy a menudo.

Hace apenas un mes realicé un curso de Inteligencia Emocional, y me percaté de lo faltos que estamos de ésta, y de la necesidad de que las personas aprendamos a ser conscientes de nuestras emociones. Emociones, para mi sorpresa, todas gestionables y convertibles en aprendizaje. Por lo que en principio, ninguna emoción (alegría, sorpresa, miedo, frustación, etc.) es considerada negativa, ni aparece con el objetivo de hacernos daño, a no ser que no sepamos manejarla y se convierta tras su paso por la razón (idea racional que tengamos de la emoción en sí) en sentimientos negativos como podría ser el odio.

De ahí la importancia del autocontrol que señala David Goleman en su libro de Inteligencia emocional, y de saber poner límite al tiempo que vamos a pasar sintiéndolas. A priori, la alegría puede ser magnífica emoción, pero si no sabemos manejarla, se puede convertir en euforia y provocar desconexión con la situación real y actuación impulsiva. Esto sucede por la falta de reflexión-consulta previa con nuestra parte racional, y son conductas que suelen traernos consecuencias no deseadas. La tristeza, sin embargo, emoción que podríamos considerar en un principio negativa, (o al menos yo la consideraba antes de realizar el curso) bien gestionada, puede aportarnos mucha información acerca de nuestros verdaderos sueños y anhelos, y encaminarnos hacia nuestros objetivos.

Por lo tanto, lo deseable es conseguir el equilibrio entre mente y corazón. La emoción nos mueve, pero necesita de la razón para dirigirnos. De ahí la relación entre Inteligencia Emocional y RSE, tocar el corazón de nuestras personas nos da el empujón necesario para implantar cualquier política de RSE, y utilizar la razón garantiza el éxito en esta implantación.

Primero voy a entenderme, voy a saber quien soy, y para qué estoy aquí. Sólo entonces, podré entenderte a ti, pues a través del previo conocimiento y vivencia de mis emociones, habré aprendido a identificar esas emociones y sentimientos en ti. Y saber reconocer como te sientes en determinadas ocasiones me proporcionará la información necesaria para tratarte en consecuencia y mejorar nuestra relación. Y ahora sí estaremos preparados para reflejar aquello que somos y creemos en nuestro contexto organizacional (o de cualquier otro tipo).

La gran ventaja de la IE es que se aprende, por lo que podemos considerarla un proceso del que extraer conclusiones e ir analizando los avances de nuestras personas y de nuestra organización, identificando aspectos a mejorar y estado de clima laboral.

En resumen, la IE y la RSE en conjunto pueden transformarnos y transformar. Son herramientas complementarias y poderosas con las que las posibilidades de éxito real en la organización se disparan y nos acercan hacia un contexto social más responsable y humano.

Creamos en ello y lo veremos reflejado. Así de simple.

:)

lunes, 9 de mayo de 2011

Árboles lilas

Tendría unos 6 o 7 años. Aún recuerdo la escena: mis gafitas rosas, mi coleta alta y mis caracoles, igualitos a los suyos.

Dibujaba alegremente un paisaje, en la mesa de aquel restaurante, que recuerdo como mi segunda casa. No me dejaba ni un detalle, la hierba, el sol, las nubes.. y un árbol. Luego miraba mis plastidecors, les sacaba punta, escogía mi preferido y coloreaba despacito para no salirme de la raya.

Era importante también pintar en la misma dirección y no dejarse huecos blancos, detalles que no podían pasar por alto para un acabado perfecto. En el fondo, desde pequeñita, sin saberlo, ya actuaba como él.

Le recuerdo mirándome detrás de la barra, atareado como de costumbre con proveedores y clientes, con su camisa blanca, el bolsillo lleno de tinta por su despiste de dejar el boli abierto, y su bigote negro. Como picaba aquel bigote, pero cuanto me gustaba.

Estaba pintando el árbol, cuando de repente se acercó. ¿Por qué pintas el árbol lila hija? Me preguntó. “Por que a mi me gustan así, lilas” respondí. “Laura, tienes que empezar a pintar las cosas como son, los árboles son verdes, tienen el tronco marrón y así deberías pintarlos”.

Vaya, eso era cierto, los árboles eran como él decía, pero sin embargo lilas me parecían mucho más bonitos. ¿Que importaba? Era mi dibujo, yo elegía, y dejé volar ese comentario, como si no fuera conmigo.

O eso creí, hasta hace unas semanas, cuando tras una pequeña crisis profesional, me di cuenta de hasta qué punto determinadas palabras se nos pueden quedar grabadas años, si proceden de una figura de apego tan importante para nosotros.

Todos tenemos un talento, algo que nos entusiasma, que disfrutamos haciendo y que además se nos da bien hacerlo. Kem Robinson, experto en educación, habla del desarrollo de la creatividad, la búsqueda de nuestro talento y la conversión de éste en nuestra profesión, en este capítulo de redes. Según Robinson, autor del libro “El elemento: descubrir tu pasión lo cambia todo”, existen personas que nacen con una idea muy clara de lo que les apasiona y crecen en un contexto propicio que les lleva a desarrollar ese aspecto de su vida. Hay otras personas que lo encuentran por el camino, barajando distintas posibilidades y sin aversión al cambio alguna. Y hay otras que no lo llegan a encontrar, por qué ni si quiera saben que existe, o simplemente creen que el talento y la creatividad es cosa de poetas, artistas o músicos, y no se plantean que ellos puedan tenerlo.

Un buen ejercicio para aquellas personas que estén en búsqueda de su talento y que quieran hacer de éste su profesión es el que nos sugiere en este video Pablo Franzo, coach profesional: “Apunta en un papel como sería tu trabajo perfecto, qué te gustaría hacer, como te gustaría que fueran tus días, con quién te gustaría relacionarte, etc.”

Además, también es aconsejable preguntar a la gente que te conoce bien qué aptitudes y actitudes positivas ve en ti, en qué profesión te visualizan y en qué situaciones de tu vida cotidiana te ven más ilusionado.

La escucha a los demás es un ejercicio poco practicado, pero muy sano, que nos proporciona información valiosa para encauzar nuestro camino. Y es a veces nos empeñamos en colorear los árboles lilas, sin plantearnos la posibilidad de probar otros, puede que por excesiva seguridad en nuestro criterio y falta de escucha (veáse mi caso) o por puro conformismo. Opciones que nos impiden apreciar la belleza del resto de colores...

Tras esta pequeña crisis profesional de la que os hablo, yo decidí pintar unos árboles lilas y otros verdes. Decidí escucharme y escuchar. Probar. Buscar mi talento. Y quién sabe, quizás algún día los pinto naranjas. O cada rama de un color. Estoy abierta a cualquier cambio que requiera probar otro plastidecor . Porque lo importante es no dejar de colorear. Y no dejarse huecos blancos, claro.

Y tú ¿de qué color los pintas?

¡Hasta la próxima!

:)

pd: Gracias papá..